Silvia Susana Jácome - - - sexóloga educativa - - -

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Sexo en las Rocas 27-enero-2014

24 Feb 14 - 22:26

La edad de la inocencia

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a la inauguración de una exposición de arte que una buena amiga –junto con otras artistas- montó en el puerto de Veracruz.
Al terminar, nos fuimos a cenar al Villa Rica y disfruté de una amena charla con las artistas, todas ellas mujeres.
En algún momento, una de ellas, que a sus 65 años confesados sigue conservando su belleza y que, seguramente, fue una joven muy hermosa, empezó a evocar aquellos años –los sesenta- y con nostalgia lamentaba que las y los jóvenes de hoy no son como los de antes. “Éramos tan inocentes –dijo con un brillo en la mirada, como recordando un viejo amor- nos enamorábamos con tanta ilusión; desde los 12 años nos emocionábamos cada vez que en la tele salían los artistas, Enrique Guzmán, César Costa…”
Algunas de las ahí presentes, que andarían –andaríamos- rondando la sesentena, se unieron a las evocaciones y recordaron emocionadas los “amores de estudiantes”. Una de ellas, incluso, confesó estar enamorada de Roberto Jordán, como yo.
No dije nada, apenas estaba conociendo a estas talentosas mujeres y lo que menos quería era generar controversia, pero en mi fuero interno me pregunté: ¿realmente éramos inocentes? ¿Me habría gustado que mis hijas hubieran vivido en esa inocencia?  Definitivamente no.
Y es que, hay que decirlo, era una inocencia basada en la ignorancia. No éramos inocentes, éramos ignorantes. Acaso, como el Adán y la Eva que deambulaban desnudos por el Paraíso ajenos a la “ciencia del bien y del mal”.
Era tal la ignorancia de las y los adolescentes de aquellos ayeres que yo misma, a los once años, ignoraba las diferencias biológicas que, al nacer, presentaban hombres y mujeres. Y cuando por fin me armé de valor y le pregunté a mi madre cómo es que los médicos sabían, al momento del parto, si la criatura era niña o niño, la pobre mujer se turbó, volteó como queriendo evadir la pregunta y, cuando no tuvo más remedio, soltó lo que primero le vino a la mente: “por la carita”, me dijo.
Ya se imaginará, lector, lectora, el susto que me llevé. Y si bien es cierto que no aprendí las diferencias entre machos y hembras, sí me quedó claro que de esas cosas no se hablaba en la casa.
Las y los adolescentes de hoy no tienen esas dudas. Las y los adolescentes de hoy –supongo- no se enamoran perdidamente de sus maestros y son pocos –pocas- las que se pasan dibujando corazones en sus cuadernos. Las adolescentes de hoy saben que no es ninguna deshonra tener relaciones sexuales antes del matrimonio, y los adolescentes de hoy no tienen que acudir con las “mujeres de la vida galante” para iniciar su vida sexual. Hay, y lo celebro, menos tabúes y más conocimiento de causa.
Las mujeres, desde temprana edad, comprendemos que también podemos ser proactivas en relación al ejercicio de nuestra sexualidad, no tenemos que estar enamoradas para disfrutar del placer y, tanto chicas como chicos, saben que no se van a volver locos si se masturban con regularidad.
Habrá excepciones, desde luego, pero en general hay mayor conocimiento de temas vinculados con la sexualidad y muchas más libertades que antes.
Alguien dirá –y con toda la razón- que a diferencia de los años previos a la píldora anticonceptiva y a la revolución sexual, hay más casos de embarazos adolescentes no deseados y quizá un mayor riesgo de infecciones de transmisión sexual.
Eso es cierto, y es que  hay que reconocer que en una cosa sí hemos fallado: a las y los jóvenes les hemos dado –o han conquistado- mayores libertades en el ejercicio de su sexualidad, y hemos pretendido darles más información, pero lo que no hemos hecho –por incapacidad, miedo o porque no hemos logrado liberarnos de tantos tabúes- es brindarles una educación sexual integral.
Lo he dicho en otros espacios, es como si le diéramos un auto a nuestros hijos y a nuestras hijas pero no les enseñáramos a conducir.
La alternativa, entonces, no es volver a la “edad de la inocencia” –o de la ignorancia, que para el caso es lo mismo- sino darles una educación sexual integral desde temprana edad, tanto en casa como en la escuela; una educación dirigida a la libertad y cimentada en la responsabilidad, con pleno respeto a los derechos sexuales y reproductivos. Enseñarles a conducir, pues, antes de soltarles las llaves del auto.

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